viernes, 29 de mayo de 2015

LOS CRÍMENES DE MONSANTO CON LOS TRANSGENICOS

Los transgénicos no solucionan el hambre en el mundo: la aumentan 


La realidad de los transgénicos nos muestra que no cumplen con ninguna de estas promesas. Por el contrario, producen menos, usan más químicos, generan nuevos problemas ambientales y de salud, crean más desempleo y marginación, concentran la propiedad de la tierra, contaminan cultivos esenciales de las economías y las culturas, como el maíz, aumentan la dependencia económica y son un atentado a la soberanía.

Por Silvia Ribeiro

1. La ingeniería genética se basa en más incertidumbres que conocimientos Los transgénicos son organismos a los que se les ha insertado material genético, generalmente de otras especies, por métodos que jamás podrían ocurrir en la naturaleza. Estudios recientes, aparecidos en publicaciones científicas (1) postulan que los dogmas centrales de la genética desde la década de 1950, podrían estar fundamentalmente equivocados. Lo grave es que sobre este dogma central ¿equivocado? se están produciendo a gran escala organismos transgénicos que van a parar a nuestros alimentos, medicinas y a la biodiversidad circundante. La tecnología de la ingeniería genética tiene tantas incertidumbres y efectos colaterales impredecibles, que no podría llamarse ingeniería ni tecnología. Es como construir un puente tirando bloques de una orilla a la otra, esperando que caigan en el lugar correcto. Durante el proceso aparecen todo tipo de efectos inesperados y los dueños de esta obra, aseguran que no hay evidencias de que tengan impactos negativos sobre la salud o el medio ambiente, y que los que los cuestionan no son científicos. La realidad es peor, porque los transgénicos no son inertes, sino organismos vivos que se reproducen en el ambiente, fuera de control de los que los han creado.


2. Conllevan riesgos para la salud Si usted fuera a una tienda y viera un anuncio de galletas que dice “no hay pruebas de que sean malas para la salud”, ¿las compraría? Yo no. Y creo que nadie más. Por supuesto, la industria biotecnológica no está buscando estas pruebas. Científicos independientes, como el Dr. Terje Traavik de Noruega, han encontrado en 2004 resultados alarmantes: alergias en campesinos debido a que inhalaron polen de maíz transgénico (2). Pero la verdadera Caja de Pandora, son los efectos impredecibles: ni los que construyen transgénicos saben qué efectos pueden tener en la salud humana y animal, al recombinarse, por ejemplo, con nuestras propias bacterias o ante la posibilidad de que nuestros órganos incorporen parte de estos transgénicos, como ya ha sucedido en pulmones, hígado y riñones de ratas y conejos. (3) 


3. Tienen impactos sobre el medioambiente y los cultivos No hay casi estudios sobre los impactos en los cultivos y en el medioambiente. Sin embargo, es claro y tristemente demostrado con la contaminación transgénica del maíz en México, que una vez que los transgénicos sean liberados, contaminarán los demás cultivos, por polen, viento e insectos. Los cultivos insecticidas pueden afectar a otras especies que no son plaga de los cultivos,tal como se comprobó que el polen de maíz Bt afecta a las mariposas Monarca— y en países de gran biodiversidad, los riesgos se multiplican. En varias de las plantas de maíz contaminadas que se han descubierto en México, se notaron deformaciones. 


4. No solucionan el hambre en el mundo: la aumentan Según los promotores de los transgénicos, deberíamos aceptar todos estos riesgos, porque necesitamos más alimentos para la creciente población mundial. Pero la producción de alimentos no es la causa del hambre en el mundo. Actualmente se producen el equivalente a 3,500 calorías diarias por habitante del planeta: cerca de 2 kilos diarios de alimentos por persona, lo suficiente para hacernos a todos obesos. (4) El hambre en el mundo no es un problema tecnológico. Es un problema de injusticia social y desequilibrio en la distribución de los alimentos y la tierra para sembrarlos. Los transgénicos aumentan estos problemas. 


5. Cuestan más, rinden menos, usan más químicos Desde que Estados Unidos comenzó con los transgénicos en 1996, el uso de agroquímicos aumentó en 23 millones de kilos. Los cultivos transgénicos también producen menos. El cultivo más extendido, que es la soya tolerante a herbicidas (61% del volumen de transgénicos en el mundo) produce entre de 5 a 10% menos que la soya no transgénica. (5) Las semillas transgénicas son más caras que las convencionales. Esto hace que en algunos casos, aún cuando provisoriamente haya un pequeño aumento de producción, éste no compensa el gasto extra en semilla. La industria biotecnológica arguye que esto no puede ser verdad (¡aunque lo sea!), porque entonces los agricultores estadunidenses no usarían estas semillas. Lo cierto es que la mayoría no pueden elegir, ya no tienen sus propias semillas, hay falta de opciones en el mercado y tienen fuertes ataduras con las multinacionales semilleras. 


6. Son un ataque a la soberanía Prácticamente todos los cultivos transgénicos en el mundo están en manos de cinco empresas transnacionales. Son Monsanto, Syngenta (Novartis + AstraZeneca), Dupont, Bayer (Aventis) y Dow. Monsanto sola controla más de 90% de las ventas de agrotransgénicos. Las mismas empresas controlan la venta de semillas y son las mayores productoras de agrotóxicos. (6) Lo cual explica porqué más de las tres cuartas partes de los transgénicos que se producen en realidad —no en la propaganda— son tolerantes a herbicidas y aumentan el uso neto de agrotóxicos. Aceptar la producción de transgénicos significa entregar a los agricultores, de manos atadas, a las pocas transnacionales que dominan el negocio y enajenar la soberanía alimentaria de los países. 


7. Privatizan la vida Todos los transgénicos están patentados, la mayoría en manos de las mismas empresas que los producen. Esto significa un atentado ético, en tanto son patentes sobre seres vivos, y además son una violación flagrante a los llamados “Derechos de los Agricultores” reconocidos en Naciones Unidas como el derecho de todos los agricultores a guardar su semilla para la próxima cosecha. Las patenten impiden esto y obligan a los agricultores a comprar semillas nuevas cada año. Si no lo hacen, se convierten en delicuentes. Las empresas multinacionales de transgénicos tienen iniciados cientos de juicios a campesinos de Norteamérica, por “uso indebido de patente”. 


8. Lo que viene: semillas suicidas y cultivos tóxicos La próxima generación de transgénicos incluye cultivos manipulados para producir sustancias no comestibles como plásticos, espermicidas, abortivos, vacunas. En Estados Unidos hay más de 300 experimentos secretos (pero legales) de producción transgénica de sustancias no comestibles en cultivos: fundamentalmente en maíz. Se nombra la producción de vacunas en plantas como si esto fuera algo positivo: ¿pero qué sucedería con estos farmacultivos si se colaran inadvertidamente en la cadena alimentaria? La mayoría de nosotros ha sido vacunado contra algunas enfermedades -¿pero se vacunaría usted todos los días? ¿qué efectos tendría esto?. Ya se han producido escapes accidentales de estos cultivos. En México, la siembra de maíz transgénico está prohibida y sin embargo desde el 2001 se ha encontrado contaminación del maíz campesino en varios estados de la república, al Norte, Centro y Sur del país (7). ¿Cómo sabremos que no sucederá con estos maíces? ¿Quién lo va a controlar, si las propias autoridades de la Secretaría de Agricultura firmaron en noviembre del 2003 un acuerdo con Estados Unidos y Canadá que les autoriza hasta un cinco por ciento de contaminación transgénica en cada cargamento de maíz importado que entra a México? 
Las empresas que producen transgénicos están desarrollando diversos tipos de la tecnología “Terminator”, para hacer semillas “suicidas” y obligar a comprarlas para cada siembra. 


9. La coexistencia no es posible ni el control tampoco Tarde o temprano, los cultivos transgénicos contaminarán todos los demás y llegarán al consumo, sea en los campos o en el proceso post-cosecha. Según un informe de febrero 2004 de la Unión de Científicos Preocupados de Estados Unidos, un mínimo de 50 por ciento de las semillas de maíz y soya, de ese país que no eran transgénicas, están contaminadas. El New York Times (1-3-04) comentó sobre esto “Contaminar las variedades de cultivos tradicionales es contaminar el reservorio genético de las plantas de las que ha dependido la humanidad en gran parte de su historia. (…) El ejemplo más grave es la contaminación del maíz en México. La escala del experimento en el que se ha embarcado a este país —y los efectos potenciales sobre el medio ambiente, la cadena alimentaria y la pureza de las semillas tradicionales— demanda vigilancia en la misma escala”. Para detectar si hay transgénicos, dependemos de que la propia empresa que los produce nos entregue la información, cosa que son renuentes a hacer, y por la que ponen altos costos que cargan a las víctimas de la contaminación. “Casualmente”, luego de que se han sucedido los escándalos de contaminación, se ha hecho cada vez más difícil detectarlos.8 


10. Ataque al corazón de las culturas La contaminación del maíz en México, su centro de origen, concentra todos los problemas que describimos hasta aquí, pero además es un ataque violento al corazón mismo de las culturas mexicanas: a su vasta cultura culinaria y los mil usos que se le dan al maíz, a sus economías campesinas, a las bases de la autonomía indígena. Con esta guerra biológica al maíz tradicional, las transnacionales podrían apropiarse y privatizar este tesoro milenario y colectivo de los mesoamericanos, obligando a los creadores del maíz a pagar para seguir usándolo en el futuro. Las empresas multinacionales productoras y distribuidoras de transgénicos, así como los que favorecen las importaciones de maíz OGT, los que quieren levantar la moratoria que impide sembrar maíz OGT, o aprobar una ley de bioseguridad para legalizarlos, asumen una inmensa deuda histórica que los pueblos de México no van a permitir ni olvidar. 


Aldo González zapoteco de Oaxaca, resume: “…somos herederos de una gran riqueza que no se mide en dinero y de la que hoy quieren despojarnos: no es tiempo de pedir limosnas al agresor. Cada uno de los indígenas y campesinos sabemos de la contaminación por transgénicos de nuestros maíces y decimos con orgullo: siembro y sembraré las semillas que nuestros abuelos nos heredaron y cuidaré que mis hijos, sus hijos y los hijos de sus hijos las sigan cultivando. (…) No permitiré que maten el maíz, nuestro maíz morirá el día en que muera el sol”. 

viernes, 8 de mayo de 2015

EL PP, UN PARTIDO REACCIONARIO

El PP como partido reaccionario

La caracterización que hay que hacer del PP es la de ubicarlo en el espacio de la derecha reaccionaria europea.

A punto de concluir la legislatura es oportuno hacer un primer balance de los cuatro años de gestión política del Gobierno de Rajoy cuyo legado, a mi juicio, ha sido claramente involucionista. Gracias a su mayoría absoluta, el PP ha podido aplicar el grueso de su verdadero programa de fondo (no el que presentó a las elecciones de 2011) que ha reducido a una mera carcasa formal la Constitución en multitud de capítulos, dejando una pesada y difícil herencia para las fuerzas progresistas que aspiren a deshacer los numerosos elementos tan regresivos que se han introducido en esta legislatura en los más diversos ámbitos.
Antes de hacer un somero repaso crítico de los mismos, es preciso señalar que el PP es el partido más piramidal, jerárquico y centralizado del panorama político español. Es prácticamente el único partido que no organiza ningún tipo de elección primaria para la  designación interna de cargos y candidatos ya que todo lo decide “desde arriba” una reducida cúpula y, en última instancia, el líder supremo monocráticamente. Añádase a ello una concepción absolutamente delegativa y acrítica de la militancia que está del todo subordinada al aparato.
Además de funcionar de modo muy verticalista, el PP ofrece hoy una imagen desastrosa al quedar en evidencia que gran parte de su financiación ha sido ilegal (de modo incluso “estructural”) y que muchos de sus cuadros han incurrido en intolerables prácticas corruptas (Gürtel, Bárcenas). Todo ello por no mencionar la lamentable práctica (no exclusiva del PP, por cierto) de las “puertas giratorias” de muchos de sus antiguos dirigentes después incorporados a la esfera privada (Rato como paradigma especialmente escandaloso).

La economía

El Gobierno Rajoy se aferra obsesivamente a la economía como principal estrategia electoral, pero todo su planteamiento oficial es tramposo. De entrada, se afirma de modo incierto que su actuación “salvó” a España pues conjuró el riesgo de que fuerarescatada por la “troika”: esta tesis es falaz porque la famosa “línea de crédito” de las instituciones europeas no es más que un eufemismo ya que sí supuso una estricta intervención comunitaria en la banca privada del país. Es cierto que hoy algunos números macroeconómicos empiezan a repuntar, pero no sólo no se reflejan favorablemente en la sociedad, sino que han apuntalado el modelo neoliberal hegemónico.
Por lo demás, retórica a parte, la lucha contra el gran fraude fiscal es muy superficial y parcial, la evasión de las principales fortunas sigue siendo la norma y la economía sumergida permanece inalterable. En otras palabras, las famosas “reformas estructurales” – impuestas por la “troika” y gustosamente asumidas por el PP- han tenido un coste social muy alto. En efecto, en esta legislatura se ha producido un gran aumento de las desigualdades sociales y un severo retroceso de anteriores conquistas de los trabajadores.
La siempre tan deseada por la patronal “reforma del mercado laboral” (eufemismo de despido libre) ha aumentado la precarización, la generalización de los “contratos basura” (el 90% de los  mismos son temporales), el abaratamiento del despido y los bajos salarios, en un contexto de restricción de la capacidad de negociación colectiva de los sindicatos.
Esta estrategia del PP ha implicado, en consecuencia, importantes recortes de un Estado del Bienestar que en España aún no había alcanzado los estándares europeos de mayor calidad. Por tanto, se han deteriorado servicios sociales esenciales: sanidad universal, educación básica, dependencia y otros. Desde cierre de quirófanos hasta de aulas de refuerzo y todo ello para beneficiar a grupos de la sanidad privada o la escuela concertada. En este último ámbito, en particular, la sintonía del PP con los sectores más integristas de la jerarquía eclesiástica católica es completa. En este sentido, hay que reconocer objetivamente que España es de hecho un Estado tan solo semi-confesional dados los exorbitantes privilegios públicos de los que goza institucionalmente la Iglesia católica y que se han visto aumentados con la lamentable ley Wert.

Las libertades

Es especialmente grave el retroceso de los derechos y libertades de los ciudadanos a lo largo de esta legislatura: la “ley mordaza”, las “entregas en caliente” de inmigrantes sin papeles, la inflexibilidad penitenciaria con los presos de ETA (incluso la “vía Nanclares” está bloqueada ya que el PP está prisionero de las asociaciones de víctimas dirigidas hoy por ultraderechistas de sesgo vengativo que en su día alentó contra Zapatero), todo ello inspirado por la ideología punitiva del Ministro del Interior, Jorge Fernández. El nuevo endurecimiento del Código Penal  puede implicar severas condenas de cárcel por delitos menores, mientras que los delincuentes de “cuello blanco” siguen gozando de numerosas garantías y prolijos procedimientos judiciales. Por no dejar de mencionar la práctica laminación de la justicia universal (hoy sería imposible repetir un “caso Pinochet”) ante el riesgo de perder negocios con lanomenklatura  china (por el Tíbet) o de incomodar a las autoridades marroquíes (por el Sahara).
En este sentido, la “ocupación”  patrimonialista de las instituciones públicas por parte del PP es especialmente grave, lo que demuestra que este partido no tiene “sentido de Estado” en contra de lo que proclama. Siendo el Poder Judicial el principal elemento potencial de equilibrio, su “partidificación” a través de nombramientos de Presidentes de Salas próximos al Gobierno reduce claramente la imparcialidad del mismo. Mucho peor es el control que el PP ha impuesto de facto con su mayoría absoluta sobre instituciones  como el Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas o el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), hasta el punto de no resultar ya ni confiables ni creíbles para muchos ciudadanos. Esto ocurre porque el PP tiene una concepción puramente instrumental y formal del Estado de Derecho, de tal suerte que ha convertido el principio de la división de poderes en una apariencia con escasas excepciones. Un ejemplo clamoroso de deslealtad institucional han sido las inconcebibles trabas iniciales que la Agencia Tributaria le puso al juez Ruz antes de enviarle la documentación solicitada por el mismo en las tan graves imputaciones de corrupción que afectan a miembros del PP.
La ofensiva de Ruiz Gallardón al frente del Ministerio de Justicia (severa restricción del aborto, fuerte elevación de las tasas judiciales, instrucción procesal a cargo de los fiscales) no culminó, pero impuso un CGPJ más restrictivo y la privatización parcial del Registro de la Propiedad, estando abierta la posibilidad de imponer límites  temporales a la instrucción judicial (con lo que muchos poderosos tendrían al alcance de la mano la prescripción, en la estela de Berlusconi).
Particularmente negativa ha sido la contrarreforma de RTVE ya que la vuelta al modelo partidista ha dado paso de nuevo a informativos anestesiantes (sucesos, deportes) y manipuladores (propaganda de los “logros” del Gobierno).

Autonomías y Europa

El PP es un partido nacionalista español (en palabras de Rajoy, España es “la nación más antigua de Europa, con quinientos años de existencia”, un auténtico despropósito científico en términos históricos) y aunque está en su derecho de serlo, esto tiene proyección regresiva sobre el modelo autonómico. El PP nunca ha creído en el Estado autonómico que formalmente ha aceptado como irremediable, pero siempre como punto final de llegada, de ahí su rotunda y frontal oposición a cualquier ulterior reforma del mismo en sentido federal. Por ejemplo, el sistema de financiación autonómico debería haberse revisado ya y, sin embargo, se ha aplazado sine die.Además, el PP jamás ha tenido interés en recuperar los debates en el Senado sobre el “estado de las autonomías” que en teoría deberían celebrarse cada año.
El Gobierno Rajoy se ha escudado en criterios de “unidad de mercado” para recentralizar o no traspasar competencias contempladas en los nuevos Estatutos. Por un incomprensible temor (¿a los Países Catalanes?) el corredor mediterráneo del AVE sigue bloqueado  (pese al despropósito económico que ello supone), mientras que la anacrónica y costosa estructura radial del mismo sigue avanzando.
Su incomprensión del movimiento soberanista catalán es legendaria y a estas alturas está claro que la única receta que tiene el PP es la de recurrir ante la justicia, sin la menor capacidad política propositiva. A la vez que ensalza la pluralidad de la sociedad catalana (algo bien real), en la Comunidad Valenciana el PP aprueba una absurda ley de “identidad valenciana” de carácter etnicista, excluyente y antipluralista. El PP, celoso de la unidad de la “lengua española” (pocas veces la denomina “castellana”) insiste en su indefendible tesis de que valenciano y catalán son dos lenguas distintas.
Por último, el PP tiene una visión estrictamente intergubernamental de la integración europea y contraria a una real articulación federal supranacional. Por lo demás, el peso de España en la UE es mínimo ya que el Gobierno de Rajoy se ha plegado (gustosamente además) a todos los dictados de la “troika”.

Una nota final

En suma, por estas razones que se han abordado aquí sumariamente y que no abarcan todos los ámbitos en los que ha actuado el Gobierno de Rajoy, creo que la caracterización que hay que hacer del PP es la de ubicarlo en el espacio de la derecha reaccionaria europea. No en el de la ultraderecha radical (no es asimilable a los neonazis griegos de “Aurora Dorada”, por ejemplo), sino en el de formaciones como la húngara FIDESZ (la Alianza de Jóvenes Demócratas de Víktor Orbán) o la polaca PiS (Ley y Justicia de Jaroslaw Kaczyński) que no representan un centro-derecha moderado, sino una derecha “sin complejos” muy poco liberal (salvo en economía) y nada “centrista”.
En definitiva, el PP sigue teniendo un problema que las derechas moderadas europeas resolvieron hace mucho tiempo y es la evaluación crítica del franquismo. Es cierto que técnicamente el PP condenó- por primera y única vez- la dictadura franquista en una resolución parlamentaria  en el Congreso de los Diputados nada menos que durante el último Gobierno de Aznar para intentar que las izquierdas no sacaran a relucir este asunto una y otra vez (20 de noviembre de 2003), pero es un asunto que siempre le ha incomodado profundamente dado el origen de los fundadores ( Fraga) y de tantos de sus cuadros, así como por el sentir de una buena parte de sus electores. Su absurda resistencia a facilitar la exhumación de las fosas de antifranquistas represaliados (UCD, por el contrario, no se opuso en su día) es un ejemplo más de la anomalía española de un supuesto centro-derecha moderno, algo que resulta contradictorio con la actitud de sus homólogos europeos. 


Cesáreo Rodríguez-Aguilera es catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona. Doctor en Derecho y Licenciado en Historia Contemporánea